San Blas (nacido en Armenia) fue un médico reconocido por su profesión y por sus virtudes cristianas hasta el punto de que fue elegido como obispo. Sufrió las persecuciones contra los cristianos y tuvo que huir, y cuenta la leyenda que en su retirada ayudaba y cuidaba a los animales salvajes hasta que fue capturado. En su trayecto hasta la prisión y el martirio curó a muchos presentes, siendo el más conocido de sus milagros el caso del niño que agonizaba por tener atravesada una espina de pescado en la garganta y a quien el futuro santo salvó.
En el barrio de Russafa la fiesta de San Blas se celebra el 3 de febrero y los devotos del santo lo veneran en la parroquia de San Valero y San Vicente Mártir como el protector más popular contra los males y problemas de garganta. Su imagen procesional es expuesta junto al templo para venerar su estola y adquirir las “coquetes de sant Blai”. Mientras, en el interior, se le rinde culto, se ungen las gargantas de los niños con el aceite de san Blas, y también se bendicen panes y se lleva a cabo la procesión de la imagen del santo por el barrio.